En los últimos días estamos asistiendo a la implantación de nuevas herramientas tecnológicas en el mundo del fútbol, en concreto en el Mundialito de Clubes. No es nuevo en este deporte, pero esta vez parece que supone dar un paso más: los árbitros pueden rectificar una decisión importante tras consultar la repetición de la jugada. Se trata del “videoarbitraje”.
El uso de la tecnología aplicada al arbitraje
es ya habitual en otros deportes desde hace bastante tiempo; baloncesto, tenis,
rugby o fútbol americano llevan años utilizándola. Pero sí tiene un efecto de
novedad en el fútbol, quizá porque hasta ahora los intentos que se habían
llevado a cabo no se habían terminado de asentar. Pues bien, de momento no
parece que haya demasiado consenso sobre si este fenómeno es bueno o malo para
dicho deporte.
A priori, llevamos años escuchando voces que
claman por su uso, y de esta forma evitar polémicas e injusticias arbitrales. Y
parece sensato pensar que si estos avances existen y facilitan la labor
arbitral, ¿por qué no utilizarlos? Además, parece que en otros deportes están
funcionando bien…
En estas que la FIFA decide lanzarse a poner
en marcha el ya señalado “videoarbitraje” en toda una competición internacional
y, ¿qué ocurre? Que a las primeras de cambio, y en cuanto su aplicación afecta
a uno de los “grandes” (el Real Madrid) se desata la polémica. Esta vez no por
un gol, un penalti o una expulsión, sino por el sistema en sí.
Hasta aquí, normal. Es tecnología nueva, hay
errores, imprecisión al usarla, poca coordinación, todo ello ralentiza a veces
el juego y genera desconcierto. Parece lógico pensar (y hay quien lo defiende
abiertamente) que hay que dar tiempo a que esta tecnología madure y su uso se
normalice porque acabará siendo beneficiosa.
Sería también lógico pensar que esta sería la razón principal para criticar el nuevo sistema. Y es una crítica comprensible; la gestión arbitral hasta ahora no está siendo ágil. Pero lo curioso es que esto no es lo que argumentan quienes se posicionan claramente en contra del uso de este sistema; hablamos de jugadores, técnicos, periodistas y aficionados… las críticas de este sector se centran en una: “se pierde la esencia del fútbol”.
Sería también lógico pensar que esta sería la razón principal para criticar el nuevo sistema. Y es una crítica comprensible; la gestión arbitral hasta ahora no está siendo ágil. Pero lo curioso es que esto no es lo que argumentan quienes se posicionan claramente en contra del uso de este sistema; hablamos de jugadores, técnicos, periodistas y aficionados… las críticas de este sector se centran en una: “se pierde la esencia del fútbol”.
¿A qué esencia se refieren? ¿A la de la
polémica? ¿A estar hablando día tras día de un penalti no pitado? ¿Al
“villarato”? Es cierto que, tímidamente, algún jugador señala a que se pierde
ritmo de juego (cosa que no favorece el espectáculo, cierto), pero rápidamente
se vuelve a tópicos en la línea de “el fútbol es así y debe seguir siendo así”.
Es especialmente vehemente la argumentación, en esta línea, que hacen algunos
periodistas deportivos. Y todo ello ha ido generando un ambiente cargado de
polémica cuando, ¿no era eso precisamente lo que se quería reducir con el
videoarbitraje?
De nuevo resulta curiosa
esta dinámica si la comparamos con otros deportes. La implantación en ellos de
la tecnología “arbitral” no ha estado exenta de dificultades y de opiniones
contrarias, pero a base de constancia y mejoras se ha logrado su integración.
En el fútbol americano este aspecto es esencial en el desarrollo del juego; en
tenis, el “ojo de halcón” forma parte ya de la estrategia de juego de cada
partido, y los jugadores deben estar finos en la toma de decisión sobre cuándo
usarlo.
En baloncesto, tras una larga reivindicación,
se logró implantar en España; de hecho, hace unos años en la liga ACB la
polémica vino porque no todos los partidos se televisaban y en aquellos que no
había TV, los árbitros no podían revisar las repeticiones no corregir
decisiones. Era un agravio comparativo y la petición era clara: que esté
disponible en todos los partidos. Y hoy en día se sigue pidiendo desde
aficionados, técnicos, prensa… que se amplíen los tipos de jugadas en las que
se puede utilizar el “instant replay” para rearbitrar, si es necesario.
Hasta aquí los hechos; ahora, la reflexión:
cuando hablamos de aplicar las tecnologías al arbitraje, ¿qué valores
promovemos? Quizás justicia, un mejor cumplimiento de las reglas, cooperación,
flexibilidad, honestidad o responsabilidad. ¿Nos parecen adecuados? Creemos
que, rotundamente, sí lo son.
¿O mejor seguir alimentando polémicas que
promuevan lo que en Escuela DCP denominamos “antivalores”: injusticia,
desequilibrio, violencia, hostilidad, rigidez o falta de respeto por la labor
arbitral?
A través de la implantación (o no) del
videoarbitraje, el fútbol está ante una gran oportunidad de empezar a cambiar
su rumbo en este aspecto. Otros deportes, con mucho esfuerzo, discusiones,
constancia y tiempo ya se han puesto manos a la obra.