sábado, 17 de diciembre de 2016

FÚTBOL, TECNOLOGÍA Y VALORES


En los últimos días estamos asistiendo a la implantación de nuevas herramientas tecnológicas en el mundo del fútbol, en concreto en el Mundialito de Clubes. No es nuevo en este deporte, pero esta vez parece que supone dar un paso más: los árbitros pueden rectificar una decisión importante tras consultar la repetición de la jugada. Se trata del “videoarbitraje”.
El uso de la tecnología aplicada al arbitraje es ya habitual en otros deportes desde hace bastante tiempo; baloncesto, tenis, rugby o fútbol americano llevan años utilizándola. Pero sí tiene un efecto de novedad en el fútbol, quizá porque hasta ahora los intentos que se habían llevado a cabo no se habían terminado de asentar. Pues bien, de momento no parece que haya demasiado consenso sobre si este fenómeno es bueno o malo para dicho deporte.
A priori, llevamos años escuchando voces que claman por su uso, y de esta forma evitar polémicas e injusticias arbitrales. Y parece sensato pensar que si estos avances existen y facilitan la labor arbitral, ¿por qué no utilizarlos? Además, parece que en otros deportes están funcionando bien…
En estas que la FIFA decide lanzarse a poner en marcha el ya señalado “videoarbitraje” en toda una competición internacional y, ¿qué ocurre? Que a las primeras de cambio, y en cuanto su aplicación afecta a uno de los “grandes” (el Real Madrid) se desata la polémica. Esta vez no por un gol, un penalti o una expulsión, sino por el sistema en sí.
Hasta aquí, normal. Es tecnología nueva, hay errores, imprecisión al usarla, poca coordinación, todo ello ralentiza a veces el juego y genera desconcierto. Parece lógico pensar (y hay quien lo defiende abiertamente) que hay que dar tiempo a que esta tecnología madure y su uso se normalice porque acabará siendo beneficiosa.
Sería también lógico pensar que esta sería la razón principal para criticar el nuevo sistema. Y es una crítica comprensible; la gestión arbitral hasta ahora no está siendo ágil. Pero lo curioso es que esto no es lo que argumentan quienes se posicionan claramente en contra del uso de este sistema; hablamos de jugadores, técnicos, periodistas y aficionados… las críticas de este sector se centran en una: “se pierde la esencia del fútbol”.
¿A qué esencia se refieren? ¿A la de la polémica? ¿A estar hablando día tras día de un penalti no pitado? ¿Al “villarato”? Es cierto que, tímidamente, algún jugador señala a que se pierde ritmo de juego (cosa que no favorece el espectáculo, cierto), pero rápidamente se vuelve a tópicos en la línea de “el fútbol es así y debe seguir siendo así”. Es especialmente vehemente la argumentación, en esta línea, que hacen algunos periodistas deportivos. Y todo ello ha ido generando un ambiente cargado de polémica cuando, ¿no era eso precisamente lo que se quería reducir con el videoarbitraje?
De nuevo resulta curiosa esta dinámica si la comparamos con otros deportes. La implantación en ellos de la tecnología “arbitral” no ha estado exenta de dificultades y de opiniones contrarias, pero a base de constancia y mejoras se ha logrado su integración. En el fútbol americano este aspecto es esencial en el desarrollo del juego; en tenis, el “ojo de halcón” forma parte ya de la estrategia de juego de cada partido, y los jugadores deben estar finos en la toma de decisión sobre cuándo usarlo.
En baloncesto, tras una larga reivindicación, se logró implantar en España; de hecho, hace unos años en la liga ACB la polémica vino porque no todos los partidos se televisaban y en aquellos que no había TV, los árbitros no podían revisar las repeticiones no corregir decisiones. Era un agravio comparativo y la petición era clara: que esté disponible en todos los partidos. Y hoy en día se sigue pidiendo desde aficionados, técnicos, prensa… que se amplíen los tipos de jugadas en las que se puede utilizar el “instant replay” para rearbitrar, si es necesario.
Hasta aquí los hechos; ahora, la reflexión: cuando hablamos de aplicar las tecnologías al arbitraje, ¿qué valores promovemos? Quizás justicia, un mejor cumplimiento de las reglas, cooperación, flexibilidad, honestidad o responsabilidad. ¿Nos parecen adecuados? Creemos que, rotundamente, sí lo son.
¿O mejor seguir alimentando polémicas que promuevan lo que en Escuela DCP denominamos “antivalores”: injusticia, desequilibrio, violencia, hostilidad, rigidez o falta de respeto por la labor arbitral?
A través de la implantación (o no) del videoarbitraje, el fútbol está ante una gran oportunidad de empezar a cambiar su rumbo en este aspecto. Otros deportes, con mucho esfuerzo, discusiones, constancia y tiempo ya se han puesto manos a la obra.