¿Alguna vez te has preguntado por
qué haces deporte? Y ¿para qué? No es lo mismo; hablamos de causas y
consecuencias. Las primeras, en muchas ocasiones, son accidentales: “empecé a
jugar al baloncesto porque era alto”. “Pues yo empecé a jugar al tenis porque
era en el horario que mejor le venía a mi madre para luego recogerme”. Claro
que no siempre es así; hay causas más específicas llenas de lógica: tradición
familiar, vocación, cualidades innatas, accesibilidad de uno u otro deporte en
el colegio…
En cualquier caso, la “mecha” ya se ha encendido; y es muy difícil apagarla. Nos referimos a ese famoso “gusanillo” que se nos cuela cuando empezamos a hacer deporte y que nos lleva a levantarnos a las 7 de la mañana de un domingo o salir a correr a las 9 de la noche de un martes con 3 grados de temperatura y lloviendo. Sí, hablamos de hechos basados en casos reales; y no, no hablamos de deportistas profesionales, sino de deporte formativo o deporte como actividad de ocio.
Pero, ¿en qué se basa el famoso “gusanillo”? ¿Cuáles son las consecuencias, el “para qué” practicamos deporte? Desde el punto de vista racional es difícil justificar estas conductas; y el caso es que las llevamos a cabo. Por ello, proponemos una pequeña exploración de lo que nos motiva a hacer deporte y después nos mantiene enganchados, centrándonos en tres áreas fundamentales:
1- Área Fisiológica: diversos estudios señalan que la práctica
deportiva contribuye a un mayor desarrollo muscular, a mejorar la coordinación
motriz y a aumentar la capacidad cardiopulmonar. Asimismo, se ha constatado en
practicantes de deporte un mayor nivel de oxigenación cerebral y de desarrollo
neuronal. Y en el plano hormonal, practicar ejercicio físico contribuye, entre
otras cosas, a generar endorfinas (la “hormona de la felicidad”), sustancias
que alivian el dolor y nos inducen estados de euforia.
2- Psicológico: en la misma
línea, las investigaciones constatan que la actividad física contribuye a un
aumento de la concentración, de la capacidad de organización y mejora nuestra
toma de decisiones. Estos factores son especialmente relevantes en niños y
adolescentes; en dichas edades el cerebro está viviendo una profunda
transformación caracterizada por el desarrollo gradual de la corteza prefrontal, área responsable de los
procesos mencionados.
Estos aspectos
nos llevan a la necesidad de desterrar un mito en el que incidiremos en otros
artículos: en la edad escolar el deporte no distrae de los estudios, sino todo
lo contrario, ya que contribuye a mejorar el rendimiento académico.
Diferentes
estudios señalan que, de la mano de la actividad deportiva, se produce una
mejora en el rendimiento cognitivo (capacidad verbal y no verbal), en razonamiento
abstracto, capacidad espacial, razonamiento verbal y habilidad numérica.
3- Socio-emocional: a lo
largo de nuestra vida surgen necesidades de este tipo que el deporte, a través
de sus valores intrínsecos, también contribuye a cubrir. Destacaremos algunas
de las más relevantes a nuestro juicio: pertenecer y permanecer en un grupo,
desarrollar la identidad personal (autoimagen) e interpersonal (imagen social),
ser querido y aceptado por los demás, fidelidad y lealtad, detectar y validar
mis emociones (tanto yo mismo como los demás), confiar en uno mismo
(autoestima), logro (conseguir las metas que me propongo)…
Estas
necesidades forman parte de los tres escalones superiores de la famosa Pirámide
de Maslow: afiliación, reconocimiento y autorrealización. Es decir, aquéllos
que resultan esenciales para el crecimiento personal.
Por
tanto, con todo lo dicho hasta ahora, nos encontramos con que la práctica
deportiva contribuye al desarrollo de seis de los ocho tipos de inteligencia
que señala Howard Gardner en su Teoría de las Inteligencias Múltiples:
Inteligencias Lingüístico-Verbal, Lógico-Matemática, Visual-Espacial,
Corporal-Kinestésica, Intrapersonal e
Interpersonal (éstas dos últimas conforman la base de la Inteligencia
Emocional).
Así pues, con todas estas ventajas
(y las que no caben en este artículo), ¿quién no se anima a hacer deporte?
Porque hacer deporte no es sólo ejercitar el cuerpo, sino también la mente y el
espíritu; y ello nos permite desarrollar habilidades para el deporte y para la
vida.